Chile en quince días

El vuelo se me vuelve a hacer corto, aunque no dejan de ser 13 horas. A diferencia de los chilenos que hay en el avión, que no se despiertan ni para comer, no consigo dormir en todo el viaje, pero es que al aterrizar en Madrid es como si fueran las 3:00 de Chile, lo que implica trasnochar sólo un poco. El problema está en que en España son las 7:00 y me acabo de saltar una noche en un pis-pas. Bueno, no será la primera vez.

En Barajas no me da tiempo a coger el vuelo de las 7:25 y tengo que esperar hasta el de las 8:55, que era lo previsto. En el avión, como en todos los vuelos mañaneros MAD-AST o viceversa, los primeros periódicos que se acaban son El Mundo y La Razón, mientras que El País y Público llegan hasta los asientos de cola. ¿Por qué será? Leyendo me entero de que Piñera ganó por poquísimo.

Pasamos por encima de las Ubiñas y por mis Puertos de Agüeria.

Me dijeron que habían caído unas nevadas de la virgen, pero hay menos nieve de la que me esperaba. Al llegar a Ranón ya me está esperando Carlos con el coche para llevarme directamente al curro. Me salva la vida. Así que llego a currar a las 10:30, que no es demasiado tarde y así sólo pierdo un día de curro. Bueno, más bien sólo pierdo un día de vacaciones.

El resto del día estoy bastante zombi, pero consigo aguantar sin dormir hasta la noche, que se supone que es lo que debes hacer para contrarrestar el jet-lag.