RSS FEED

Día 15 - viernes 15/01/2010 - Viña del Mar y Valparaíso

Una vez más los ruidos mañaneros de los alojados en el Eco Hostel me despiertan antes de lo que yo quería. Desayuno con Luis el portugués y Sophie la alemana. Ambos marchan hoy.
Decido hacer un intento de ir en bici a una tienda de montaña para ver si encuentro cosas más baratas que en España, pero la dirección que había encontrado en Internet no existía.
Debería haber ido a tiro fijo a un centro comercial sólo de deportes del que me hablaron, el Mall Sport, pero está un poco lejos si es que quiero hacer algo más hoy. Además, Luis me ha dicho que no encuentras chollos porque aquí, como en España, todas estas cosas son de importación.
Por cierto, así como encontrar las calles en Santiago es relativamente fácil, no entiendo cómo va la numeración de los portales: aparte de que los pares están a la izquierda, los números no son consecutivos, sino que saltan; a veces varias decenas de golpe. Tengo que enterarme de esto.
De camino a devolver la bici se me vuelve a salir, por tercera vez, el eje de pedalier. Como ya estoy bastante cerca del sitio, decido no mancharme otra vez las manos y llegar así hasta allí para que vean la mierda de bici que me alquilaron. El tío me quiere devolver los 12.000 $, pero sólo acepto la mitad.
Como estoy bastante cerca, me acerco a localizar el bar del concierto para que esta noche no haya sorpresas.
Para coger el bus hacia Valparaíso voy, como me aconsejó Luis, en metro hasta Pajaritos, que es una estación casi en las afueras, en lugar de hasta Universidad de Santiago, y así me ahorro una media hora de bus por ciudad. El bus cuesta 5.300 $ y dura una hora y media.
Desde la estación llamo a Marina, ex-integrante de la compañía Erre Que Erre, que vive en Valparaíso y cuyo teléfono me mandó Fredi. No nos conocemos, pero tenemos varios amigos comunes. Me cuenta que está bastante liada porque mañana inaugura un centro de Pilates y masaje, pero que estará encantada si voy por allí, y me da la dirección de su casa.
Cuando me bajo en Valpo resulta que la dirección es de Viña del Mar. No pasa nada, cojo una micro en los alrededores de la estación (420 $) y le pido al conductor que me avise cuando estemos cerca, cosa que no hace, pero como voy bastante atento, me doy cuenta a tiempo.
La casa donde vive Marina es el propio centro de Pilates. Me enseña el local, que está recién terminado, y tomamos una cerveza mientras llega Pablo, su mozo, que ha ido a buscar a Ale, una amiga de cuando ambos vivían en Buenos Aires, que está aquí como periodista cubriendo el Festival de Teatro de Santiago. Majísimos los tres.
Charlamos, comemos unas empanadas y bebemos hasta que llega Mía, la niña de 2 años recién cumplidos que tienen. Muy rica, pero un pequeño terremoto (como la mayoría de guajes) que al principio no me deja ni acercarme (como la mayoría de guajes), pero que al final hasta se deja achuchar (como la mayoría de guajes).
A las 18:00 me acerca Pablo hasta el metro en el centro de Viña del Mar para coger la línea que va a Valpo. Aunque el viaje cuesta 400 $, me obligan a comprar una tarjeta de 1.500 $. Son sólo 2 €, pero jode, porque no los voy a gastar.
El centro de Valparaíso es supercaótico, lleno de gente (mucho pies negros) y bastante sucia y ruidosa. Contrasta mucho con todo lo que he visto hasta ahora.
Como me aconsejan Pablo y Ale, subo al Cerro Alegre. La verdad es que mola: callejuelas pindias, casas de colores cada una de su padre y de su madre, murales cojonudísimos por todas partes (aunque Chile entero está lleno de murales cojonudísimos) y tranquilidad total. Está claro, Valparaíso es para pasearlo.

Me quedo un poco con las ganas de ver otros cerros o de haber hecho lo que me aconsejaba Luis el portugués: ir caminando por lo alto de los cerros desde Viña hasta Valparaíso, pero eso supondría unas 5 horas, y ya es casi de noche. Pero con lo que me gusta a mí conocer gente, me mereció la pena sobradamente el rato que pasé con Marina y familia.
De vuelta a Santiago decido cenar en la zona de Lastarria, que tiene terrazas bien majas y donde está el local del concierto. Está en las cercanías del Cerro de Santa Catalina, pero también del Eco Hostel. No flipo con la cena, pero de postre me como una tarta (kuchen) de queso con frambuesa y chocolate que se funde el misterio.

Melting the mystery
El concierto es en Ópera Catedral, cuesta 4.000 $ + cover, que es como llaman a la consumición que acompaña a la entrada. En este caso es roncola, y si no te gusta, te aguantas, porque si quieres pedir otra cosa la tienes que pagar. El grupo se llama Moca Acid Jazz: versiones jazzeras con gusto en plan Pink Martini de clásicos populares: “Du hast” de Rammstein, “Nicoletta “ de Goran Bregovic o “Killing in the name of” de Rage Against the Machine. Aunque estoy un poco harto de la moda de las versiones, este concierto me gustó. Es una buena despedida de Chile. Y de las vacaciones.

Al llegar al hostal me pasa una movida rara. Al subirme a mi litera, el tío que está en la de abajo, durmiendo con su moza, me dice que es la suya. “¿Cómo que tuya si ayer dormí aquí?”. “Sí, sí”. “Pues yo necesito una cama y el resto están todas ocupadas”. Al final el tío me deja dormir allí, pero eso significa que el hostal alojó más gente que las camas de las que dispone. Y suerte tuve de que esos dos estuvieran compartiendo cama.

Toma, que vayan sabiéndolo

0 comentarios:

Publicar un comentario

Return top