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Día 05 - martes 5/01/2010 - Vilches Alto-Pucón

Hoy tuve un sueño rarísimo, de esos de mezclar gente en escenarios inconexos. Como siempre que viajo al extranjero, sueño casi todas las noches. Y creo que sé a qué se debe.
Quedé con Lili en que desayunaría a las 8:30, pero hasta las 9:15 no se levanta nadie, así que cojo el bus de vuelta a Talca a las 9:30 sin haber comido nada. En Talca tuve suerte y sólo tuve que esperar hora y media para el autobús de Pucón.
En el bus (semi-cama, 14.000 $, 8 horas) me hizo muy ameno el viaje mi compañera de asiento, Mª Jesús “Jesu”, una chavalina de 16 años muy dicharachera y muy guapa. Estuvo muy bien porque me dio otra visión más de Chile.
Una serie de costumbres que pueden chocar al viajero europeo son las siguientes:
  • Aunque la gente es muy amable, los dependientes de las tiendas, o camareros, muchas veces son unos verdaderos gilipollas, aunque dejan de serlo si en lugar de hacerles trabajar les preguntas por una dirección o algo así.
  • En caso de aglomeración, tanto en bares como en supermercados o en la propia calle, no hay costumbre de dejarte pasar. Te ves obligado a empujar para pasar. A mí no me mola nada empujar, pero al final te acostumbras.
  • Cuando hay que esperar haciendo cola (para comprar billetes de autobús, por ejemplo) la gente se junta mucho y va dando pequeños empujoncitos al que tiene delante, recibiendo a su vez los empujoncitos del de atrás. La persona que está siendo atendida tiene al siguiente totalmente pegado a su espalda, sin dejar un espacio de cortesía/intimidad. Ni se te ocurra dejar ese hueco entre tú y el de delante porque en seguida se colará alguien en medio.
  • Los chilenos duermen en cuanto se sientan en un transporte público, independientemente de la hora del día o de la duración del viaje. Me recuerdan mucho a mi hermano.
La llegada a Pucón por la ribera del lago Tinquilco, con los bosques y las casas de madera me impresiona bastante. El paisaje es una mezcla de Escandinavia y Alpes. Hasta el día siguiente no puedo ver el volcán Villarrica (2800 m), que le habría dado un toque aun más impresionante.

Hasta mañana no lo veo
Sin buscar más me fui directo al hostal Ècole, que es el que mejor pone la LP. Muy guapín y tranquilo, pero te cobran por todo (10.000 $ habitación compartida, 4.000 $ desayuno, 1.000 $ internet, 1.500 $ una cookie…).

Un camión
Doy una vuelta por el pueblo, que está lleno de tiendas de eso que llaman deportes de aventura: kayak, rutas en bici, ascensión al cráter del volcán, tirolina, rápel (?!), vías ferratas, quads, hydroespiz, rafting…, pero no consigo encontrar nada con bicis decentes, hasta que en un sitio, un tío muy majo me ofrece por 20.000 $ hacer una ruta en grupo entre los dos volcanes (Villarrica y Quetrupillán) que tiene muy buena pinta. Es Jose, el dueño del Hostal La Bicicleta, grandísimo nombre para un hostal.
En mi hostal (École) ceno una lasaña vegetariana impresionante y una tarta de fresa buenísima.

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