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Día 10 - domingo 10/01/2010 - Castro-Chaitén-Puerto Montt

Me levanto a las 7:30 porque a las 8:00 hay que estar en el puerto, aunque el ferry no zarpa hasta las 9:00.

Malos presagios
En el muelle hago la pregunta refinitiva sobre la posibilidad de seguir hacia el norte desde Chaitén y un empleado de la Naviera, que se presenta como chaitenita, me asegura que el lunes hay autobuses hacia el norte, así que monto en el barco.
Zarpamos tarde porque una vez que habían organizado y atado todos los vehículos, llega un camión con dos remolques y hubo que deshacer toda la movida y armar el tetris de nuevo.
La salida de Castro por una bahía muy larga es guapísima. Parece Asturias totalmente.

Ahí a la derecha tien que tar Ribadeo,
y allá al frente, Estambul
A lo largo de toda la travesía por la bahía vemos delfines y leones marinos.

Granjas salmoneras
Cuando después de dos horas salimos a mar abierto, ya hay muy poco que ver, así que casi todo el pasaje nos metemos dentro del barco, donde ponen películas mierderas durante todo el trayecto. Hora y media antes de llegar me asomo y se ven unas vistas acojonantes de la costa, con montañas enormes que bajan y se meten directamente en el mar. Impresiona un poco y me recuerda a la imagen que me hice en su momento de las Montañas de la Locura de Lovecraft.

No se ven los volcanes porque las cimas están cubiertas de nubes. Una pena.
Cuando desembarcamos en Chaitén me encuentro con un paisaje totalmente desolador.

Primera visión de Chaitén
Aunque ya lo sabía, no contaba con que iba a ser así. Resulta que en 2008 entró en erupción el volcán Chaitén, cubriendo todos los alrededores de cenizas y matando los bosques. Aunque la parte afectada de verdad fue la vertiente argentina en Foutalefú, aquí evacuaron el pueblo (7.000 habitantes). Como la cosa se calmó, volvió bastante gente, pero en 2009 una nueva erupción, más leve, hizo que se desbordase un río, inundando de lodos de ceniza la parte alta y el centro del pueblo.

Tuvo que ser muy gordo
Ahora en Chaitén viven 200 personas, con generadores y agua de pozo en cada casa. El aspecto del pueblo es bastante fantasmal y muy bajonero.
Me meto en el primer hostal del pueblo llegando desde el embarcadero, sin buscar nada más (8.500 $, habitación individual, desayuno incluido y agua caliente a partir de las 20:00) y marcho a tomar una cerveza.
Cuando me pongo a preguntar sobre la manera de subir en bus hacia el norte, me miran como si fuera de otro planeta. La única manera es por mar. Lo tenía que haber supuesto. ¡Me cago en todo lo que se menea! La Carretera Austral está cortada por desprendimientos consecuencia de los seísmos que acompañaron a las erupciones y, obviamente, no hay buses.
Me da bastante bajón porque me apetecía mucho el plan de la Carretera Austral y porque este pueblo es MUY bajonero. No hay nada que hacer: es el lugar perfecto para iniciarse en el alcoholismo.

...pero veo luz al final del túnel
Al final voy a la oficina de la Naviera y después de darle muchas vueltas, decido embarcar por la tarde en el mismo ferry que me trajo, aunque esta vez la travesía es a Puerto Montt (20.500 $, 12 horas). En un solo día me voy a meter 19 horas de barco. En fin… Desde Puerto Montt quiero ir al Valle de Cochamó, que según la LP es el Yosemite de Sudamérica. A ver.
Me encuentro a un suizo que está haciendo en bici la Carretera Austral, desde Ushuaia hasta Santiago. ¡Envidia cochina que me da! Lleva un carrito de remolque y una célula fotoeléctrica que parece una alfombrilla. Interesante, me lo apunto para futuros viajes. También lleva un Brooks; me dice que lo tiene desde hace diez años y la verdad es que parece nuevo.
Tengo que volver al hostal y decirles que al final no me quedo. No me mola, pero no quiero quedarme en este sitio más tiempo del necesario. Como me acompaña el suizo, que me va a sustituir en el hostal, me da menos rollo.
Antes de embarcar camino por la playa y tardo un montón en llegar al agua porque está llena de lodos y materiales arrastrados por la riada de las cenizas, incluidas casas enteras. Además, no veo ni un solo pájaro. Me reafirma en lo horrible de este lugar.

Adiós Chaitén, ahí te quedas
En el barco, al oírme hablar español de España, el encargado de la cantina del ferry me pregunta de dónde soy. Resulta que él es de Avilés y lleva viviendo en Chile 25 años (casi 20 sin pasar por Asturias). A lo largo de la travesía hablamos intermitentemente durante varias horas: yo preguntándole por su historia (trabajó en plataformas petrolíferas, dirigiendo una discoteca en Santo Domingo, exportando merluza fresca a las lonjas de España… muy interesante; tiene pinta de haber sido un pieza cojonudo) y él preguntándome cosas de la Asturias actual. Entre otras cosas flipa con que haya un nuevo Carlos Tartiere y me cuenta que él empezó con unos colegas el Descenso de Galiana. Me pregunta por Ribi, que fue compañero suyo de colegio, por Laso, el histórico del PC. Luego resulta que también fue escalador y alpinista en sus tiempos y que fue colega de Jorge Marquínez, y flipa cuando le digo que ahora es presidente de CHC. Creo que tanto a Ángel como a mí nos prestó mucho encontrarnos.
Durante la travesía Ángel me invita a un café que me da un agitón considerable. Brrrrrr. Nunca más. Bueno, o poco cargados.
En el barco hay también un motero alemán que se parece un montón al rubio de Modern Talking. Intento hablar con él, pero pasa totalmente de mí. Por las pegatinas de la moto tiene pinta de que se ha hecho la Panamericana desde Alaska hasta Ushuaia y que ahora está volviendo hacia Santiago. Pero esto me lo imagino yo.
La herida del brazo tiene un aspecto horrible. Supongo que entrará dentro del proceso de curación, pero parece de una peli de zombis víricos.

Zombis víricos, fijo
Procuro llevarla al aire porque cuando está tapada con ropa mucho rato, la postilla se reblandece y queda como un pegote de miel y da bastante mal rollo. Además, cada vez que me rozo al ponerme o quitarme la mochila, veo las estrellas.
Hasta ahora no he conseguido pillar una noche despejada y sin luna para poder ver la Cruz del Sur.

Con rabiza

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